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¡ Feliz Navidad !
¡ Feliz Navidad !
La Navidad es un tiempo para regresar al hogar, a un hogar cálido, entre los nuestros.
No hay camino al hogar, el hogar es el camino.
Todos anhelamos tener un hogar que sea cálido y amoroso, donde sentimos que no necesitamos ir a ninguna parte, ni hacer o perseguir nada nunca más. Es lo que podemos llamar nuestro «verdadero hogar». Todos tenemos ese anhelo, ese deseo profundo de estar en nuestro verdadero hogar.
Jesús de Nazaret nació en un pesebre y desde que nació tuvo que huir de inmediato y, junto con su familia, tuvo que ir yendo, por distintas circunstancias, de lugar en lugar, sin tener un hogar fijo siempre. Cuando creció, ocurrió lo mismo, aún carecía de un hogar real al que regresar. De hecho, en uno de sus discursos, señaló cómo hasta los pájaros tienen nidos a los que regresar o los conejos y ardillas tienen madrigueras, pero el Hijo del Hombre no tenía dónde reclinar la cabeza, ningún sitio al que llamar hogar.
Siddhartha, como adulto, se encontró en una situación similar. Él nació en una familia real, era un hombre rico y privilegiado. Podía tener todo lo que deseara. Tenía una bella esposa y un buen hijo. Tenía un futuro brillante por delante de él, destinado a ser rey y gobernante de un gran imperio. Pero aún así, no se sentía cómodo, incluso con todo ésto. No se sentía como en casa. No estaba en paz. Por lo tanto, un día, decidió dejar a su familia en busca de su verdadero hogar, en busca de la paz interior.
Tanto Jesús como Siddhartha buscaron su verdadero hogar. Querían encontrar una morada cálida donde no tuvieran que buscar nada nunca más y donde sentirse como en casa y en paz.
En occidente tenemos un dicho: «En ningún sitio, como en casa«, que expresa la sensación de que no hay nada como volver a casa después de haber estado fuera. Y sin embargo, algunos de nosotros no nos sentimos como en casa, no sentimos que tenemos un hogar al que regresar, incluso en nuestras propias familias, en nuestra propia casa. Esto se debe a que en ocasiones en nuestras propias familias, en nuestro propio entorno, no hay suficiente calidez, ni suficiente amor, tranquilidad, paz y felicidad.
En estos días, incluso cuando compramos un árbol de Navidad y decoramos nuestra casa para la Navidad, aunque la veamos más bonita o acogedora, tampoco conseguimos con ello necesariamente sentir que hemos encontrado nuestro verdadero hogar. Para que nuestro hogar sea verdad, es necesario que haya amor, calidez, incondicionalidad y plenitud.
Jesús encontró su verdadero hogar en su corazón. Jesús encontró la LUZ en su corazón y enseñó a sus discípulos que cada uno de los hombres también tienen su propia LUZ dentro de sí mismos, en su corazón, y que desde ella podían sentir esa calidez y amor infinito del hogar (el amor de Dios). En ocasiones le llamó también el Reino de los Cielos, y les dijo que se encontraba dentro de cada uno, cuando le preguntaron cómo llegar a él. Les invitó también a sacar fuera de sí mismos esa luz, a compartirla, extenderla, para que los demás pudieran verla y sentirse acogidos por esa Luz (“ama al prójimo como a ti mismo”).
Sin embargo, muchas personas han quedado atrapadas por experiencias y conceptos negativos que les han sido transmitidos tras esas palabras de “Dios” y “Reino de los Cielos”, por personas que no sentían ni transmitían esa LUZ a que Jesús hizo referencia. Y al final, por las palabras (y por mensajeros que se creyeron eran ellos el mensaje), se pierden la experiencia de sentir el mensaje tan amoroso que hay tras ellas: ya ERES LUZ, ya eres esa PAZ que buscas, y tu verdadero hogar se encuentra en tu corazón. No eres el “personaje” con que actúas cada día (con tu profesión, edad, estado civil, residencia…) eres algo mucho mayor: eres LUZ, eres un ser espiritual viviendo una experiencia humana temporal.
Siddharta enseñó que el verdadero hogar de uno puede encontrarse en el momento presente. Desarrolló prácticas para que sus discípulos también pudieran encontrar su verdadero hogar. Enseñó que cada uno de nosotros tiene una isla en la que está a salvo y seguro. Si sabemos cómo volver a esta isla, podemos estar en contacto con nuestros ancestros, con las maravillas de la vida, y con nuestro propio SER. En la isla de nuestro verdadero YO, podemos encontrar paz y plenitud.
No hay camino para regresar a nuestro hogar. Nuestro hogar es el camino.
Una vez que damos un paso en ese camino al hogar, estamos en casa justo en ese momento. No hay camino a la felicidad, la felicidad es el camino.
Cada respiración y cada paso tienen la capacidad para llevarnos de regreso a nuestro verdadero hogar. Nuestro verdadero hogar, que se encuentra en el AQUÍ y AHORA.
Texto editado sobre el mensaje de Navidad de Thich Nhat Hanh
Rosa Guirado www.facebook.com/despertando.al.presente